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lunes, 24 de abril de 2023

                                                             LA PARAETA

Cuando yo era pequeña donde comprábamos las golosinas, conocidas como chuches, era la paraeta o también le llamaban barracón, porque en realidad era un barracón de madera.

El que había en la esquina de mi calle y muy cerca del cine Torrefiel lo regentaba la señora Dolores; una viejecita pequeña, robusta y algo encorvada. Yo pensaba que su figura era producto de vivir dentro de aquellas paredes cuadradas de madera.

Allí se podía encontrar toda clase de caramelos, chicles, pipas de girasol, cacahuetes, altramuces, puromoro: Así llamábamos a una coca cola primitiva que hacíamos mi hermana y yo dejando regaliz toda la noche en una botella con gaseosa. 

En la paraeta de nuestro amigo José, que era una planta baja al otro lado de la carretera, además de chuches también habían novelas y tebeos usados que se cambiaban, no se compraban. Estaban algo mugrientas y manoseadas, pero nos daba igual.

A mi madre le gustaban las novelas de Ágata Cristie y Corin Tellado a mi hermana y a mí de vaqueros de Marcial La fuente, con final feliz y a mis hermanos los tebeos. Con esas dos paraetas y el cine, los pobres del barrio pudimos viajar con nuestra imaginación por todo el planeta.

 

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